Bienvenidos al único día del año en el que ser soltero hace que te compadezcan. Bienvenidos al día donde el bicho con alas, al que más de una vez he querido matar , es el protagonista y tiene la capacidad de hacerte sentir mal tanto si lo celebras como si no. Cuando te preguntan sobre el día de los enamorados, siempre hay dos respuestas posibles. Los hay que dicen que todo es un invento de los grandes almacenes que anuncian la primavera y el otoño y que, por supuesto, no necesitan un día para decirle a su pareja lo mucho que la quieren. Y los hay que se visten de rojo hasta las pestañas y que llevan rosas y chocolates con forma de corazón, personas que dejarían en el paro a Anne Igartiburu al ver todo con forma de corazón y cuya demostración de amor hace que todo el que esté alrededor pida una palangana para poder vomitar a gusto.

Y es que conceptos de amor hay tantos como seres enamoradizos. Pero no creo en velas, no creo en las rosas (sí en los tulipanes) ni en las promesas a la luz de la luna. Creo en momentos tontos, en ratos en los que esa persona te haga ser capaz de tirar a la borda tus ideas mientras las excusas como "yo nunca ..." o "no puedo" se van. Creo en las dudas que aparecen al principio, en la torpeza para intentar agradar al otro lado. Y en las sorpresas. En tener miedo a estar taquicárdica cada vez que se cruzan las miradas. Y si os pasa eso, si habéis conseguido tener algo especial, da igual cómo lo celebréis, da igual como se lo digáis al mundo mientras vuestro candidato a principable (o vuestra Rapunzel, que no quiero que os sintáis excluido el público masculino...) lo sepa. Celebradlo sol@, en compañía o con vuestras mascotas. Disfrutad de las promociones de 2x1 con un amigo. Y si pasáis de todo esto, será mejor que hoy no salgáis de casa. Que Cupido todo lo invade.

Pasad un buen día, mis niñ@s.