miércoles, 15 de julio de 2009

Hoy he vuelto a tener uno de esos momentos raros. Tan raro que el pobre Freud no sería capaz de estudiarlo por complejo. He tenido ganas de irme. De desaparecer y poder empezar de nuevo. Y digo que ha sido raro porque he estado pensando que a mi alrededor hay cadenas que me impiden, sin quererlo, hacer lo que quiero. Y no sabéis lo mal que se siente una cuando piensa que parte de una frustración que desconocía que existía, tiene nombres y apellidos. ¿Cómo puedo culpar a los demás por lo que no soy capaz de hacer?¿Cómo puedo pretender que me animen cuando puede que les cueste dejarme crecer?
Una vez que los terribles exámenes han acabado y se supone que gozo de libertad, noto que más presa estoy y me angustia estar así porque me agria el carácter y solo consigo que me llamen neurótica.
Quiero coger un autobús y aparecer en lugar tranquilo (aunque ésto suene a película de los fines de semana de A3),perderme por algún pueblo,dormir en quién sabe dónde...y poder echar de menos.
Pero creo que soy tan cobarde que prefiero acomodarme y ver cómo deciden lo que tengo que hacer. O quizás, simplemente, mis sueños eran eso. Sueños.

3 comentarios:

Almendra Puck dijo...

jope, pues yo te he ofrecido el pueblo para ese exilio tuyo, pero no has queridoooooooo

BudaDorado dijo...

es verdad..eso quiere decir q no vas a acompañarme a santander???no fastidies!!!!

quantum leap dijo...

yo creo que por el bien de la humanidad deberia haber una norma social que a los ventialgo de años los hijos fueran desterrados del hogar familiar.he dicho.