Todo a la mierda como diría
Fernán Gómez.
Y de repente te das cuenta que
estás llorando por la calle de camino a casa. Y lloras como lo hacen los niños
pequeños, con hipo y con toda la cara churretosa porque tuviste la genial idea
de ponerte rimmel no waterproof (bah, soy una chica fuerte que controla sus
emociones). Y entonces te cruzas con el niñato de turno que te señala y te dice
que estás así porque te ha dejado el novio y te vuelves con una ira desconocida
y se te escapa un maravilloso "Capullo" con todas las letras (qué
bien sienta cuando te llenas la boca y te quedas como nueva). Y te pones a
regañarle entre sollozos porque no sabe nada de ti, de tu vida. No sabe que
llevas 27 horas sin dormir, que se te ha muerto un paciente y que el
sentimiento de culpa va en la mochila de la guardia. No sabe que aunque eres
oficialmente lo que tus padres llaman adulta("hija, ya te hemos dado todo
lo que podíamos darte. Ahora te toca a ti empezar tu vida, tu vida de
adulta" 22 palabras que se te quedaron marcadas cuando te independizarte),
hoy te has vuelto a convertir en una tierna lactante que solo quiere meterse en
su cama y que su madre le ponga su mano mágica en la frente y le diga que todo
va a salir bien.
Y sigues llorando y
maldiciendo a ese momento de tu vida donde decidiste ser médico. Y maldices esta
dichosa ciudad y todo lo que conlleva y te das cuenta que el niñato sigue
enfrente, quieto, viéndote llorar y diciéndote que no es para tanto, que seguro
que son cosas de mujeres (a punto de llevarse un guantazo, lo prometo, de no
ser porque calibré sus aprox. 90 kilos frente a mis 52...). Y le miras con cara
de odio y le dices que está tonto(pobre, se ha llevado lo mejor de mí en 5
minutos...). Que no te entiende pero que da igual, que pasas de él y que
debería a aprender a no meterse en la vida de nadie y a dejar llorar a la
gente. Y te vas peor aún porque te das cuenta de lo injusta que has sido con el
chico y con el mundo futuro, que no puedes castigar y que hay que poner las
cosas fáciles. Maldita malcriada que estás hecha, . Pero llegas a casa, deshidratada
y con cara hinchada y llamas a tu madre, que está despierta, se asusta y
piensa que te han robado, perseguido o intentado agredir (sí, para mi familia
soy el blanco más fácil y perfecto que existe para que me pasen estas cosas) y
la ves tan angustiada que no le puedes decir que es porque tu trabajo conlleva
que haya gente que no sobreviva y que ese pequeño detalle no lo tienes asumido
todavía. Y claro, más lágrimas porque te sientes de lo más ridícula y tu madre,
que ya está hablando con los geox y con toda tu familia, piensa que si estás
así, con semejante sofocón, es por un novio cuya existencia desconoce.Y justo,
en ese momento, pasas a reírte porque si ella supiera lo desastre que eres en
temas amorosos, no diría nada. Y ya ha pasado todo.Porque tienes uno de esos
pequeños momentos de lucidez que se dan cada siete u ocho años y te das cuenta
que eres medio boba y que bajo el influjo hormonal no se puede pensar. Y que
mañana será otro día. Otro día más amarillo donde puede que no lo hagas todo tan
mal. O sí, pero que por hoy ya basta de latigazos en la espalda.
1 comentario:
ánimo, no pierdas la fé en ti, charadita
Publicar un comentario